Érase una vez una niña llamada Laura, pero como siempre llevaba una capa roja, todos la conocían como Caperucita Roja.
A Caperucita le gustaba mucho que su abuela la visitase y jugase con ella al parchís. Una tarde, al llegar del cole vió que su abuela no estaba, entonces le preguntó a su mamá porque no había ido. Su mamá le dijo que estaba malita y que por la noche irían a llevarle algo para comer. Pero Caperucita preparó una cesta con comida y salió de casa a escondidas.
Durante el camino se encontró con un lobo, que le preguntó como se llamaba y donde iba.
Por un instante, Caperucita pensó que era el lobo feroz del que su madre le había hablado, pero pronto se confió y le contestó sus preguntas.
El lobo se despidió, y sin que lo vieran, cogió el tractor del leñador para llegar antes. Cuando llegó se comió a la abuela, se puso su ropa ya se metió en la cama.
Cuando Caperucita se acercó a la puerta, escuchóunos fuertes ronquidos, fue despacio a la cama y vió al lobo. Entonces, salió asustado a llamar al leñador, que le abrió la barriga al lobo y sacó a la abuela.
Después llamaron a la mamá de Caperucita y le dijeron que fuese pronto porque la cena se enfriaba: ¡Habían asado al lobo!
Colorín colorado, no seas malo o... acabarás asado.